Eran inicios de Octubre, una relación de seis años acababa de
irse por la borda, aunque para ser franca la relación amorosa se había ido por
la borda desde que comenzó, o, para no dar rodeos, no existió. Jamás fui su
novia ante los ojos de los demás, me presentaba como su amiga, su compañera de
trabajo o por mi nombre, a secas.
La justificación para hacerlo era adecuada, trabajábamos juntos
y él era mi jefe, debíamos mantener los mundos separados por el bien de mi
carrera, porque yo necesitaba tener autoridad y siendo la novia del jefe, pues,
podría verse afectada.
Aunque me incomodaba y nunca estuve de acuerdo con la razón,
o la verdad no creía que el mundo fuera a tomar, mis capacidades, mi
inteligencia y demás, en segundo plano y solo se fuera a fijar que en las
noches también ejercía su
autoridad sobre mí, acepte tener una relación así, porque había decidido que podíamos
construirnos un mundo.
Creencia que se reforzaba paradójicamente por el hecho de
trabajar juntos, y poder potenciar sus habilidades e intentar que no se notaran
tanto sus defectos. Por el contrario, mis defectos siempre se notaban, y se
potenciaban.
Desde aquí, ahora creo que fue esa realmente la relación que se terminó,
veo que también en cierta forma se había convertido en algo tóxico, que nos estancó
emocional y socialmente.
Que difícil es soltar, aunque se sea consiente de lo que pasa, aunque el mundo y los mas cercanos te lo griten, y te lo repitan en cada oportunidad. ¿Que te hace ser tan obstinado?
Pero esa no es la historia que quiero contar, en otra
oportunidad lo haré. Transcurría septiembre, y yo, intentaba re armarme, encontrarme
o perderme totalmente. Un mes atrás había establecido contacto nuevamente con
alguien con quien hablaba esporádicamente por Internet, me había invitado un café, por lo cual me sentía especialmente atraída, todas mis buenas relaciones habían girado entorno a una invitación a un café.
Esa invitación no se había concretado, la cambiamos por silencio, por saludos esporádicos, por las lecturas que nos hacíamos de lo que compartíamos. No fue café, para no posponer más el encuentro lo invite a celebrar mi cumpleaños con mis amigos jugando bolos, buenos yo jamas dije cual era el motivo.
A la final no se necesitan motivos, las palabras son meras excusas.