la paciencia que conlleva el vivirme día a día.
Tus manos pequeñas sobre mis caderas amplias,
cómo me seduce la ternura de
tus gestos,
tu lógica, tu mundo, tus pasos,
y tu vida.
Me seducen tus comentarios
certeros,
como simplificas cada espacio,
cada tiempo,
la abstracción de los
problemas,
el acotamiento, los limites.
Tu pensamiento crítico, esas
marcas de los años que llevas sobre el cuerpo, y sobre el alma.
Cada amor vivido al máximo, sin
contenerte, sin medirte.
Me gusta tu fuego interno, ese
brillo que sale del alma, y que queda atrapado en tus ojos verdes. Me gusta
como críticas al sistema, pero estas de acuerdo en cómo encara nuestros más grandes
dilemas. El feminismo, el machismo, la igualdad, el género, el aborto, la vida,
la eutanasia, nuestro derecho a elegir querer morir o querer vivir.
En fin, como te quejas de las
masas, pero no entiendes que son parte lógica de nuestro sistema. Como te
quejas de mi idealismo, de mi graciosa melancolía, pero sigues aquí,
conmigo.
Me gusta como no encajas en nada, como creas y destruyes, y
renuevas. Como te atas a la idea de ella, a la idea de un dos, que no es más
que uno y el fantasma del ayer. El fantasma de lo que pudo ser y no será.
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