lunes, 18 de abril de 2011

Red Riding Hood

Es extraño como te acostumbras a recibir atención, o a pensar que la recibes. Como necesitas compartir con el mundo, y tal vez te dejas absorber y entre tantos detalles te pierdes los detalles del momento.

Como los mundos se vuelcan, y como vuelcas tu mundo a solo un lado de las interpretaciones. Como se inclina la balanza, como juega el tiempo y el espacio con tus mundos.

Y necesitas expresarte y sentir que alguien más allá te escucha, que alguien está pendiente, sentir que alguien en cierta forma te mira. Alguien, aunque no sepas quien es, que existe, aunque no sientas su olor, ni puedas percibir su sonrisa.

Siempre creí en los cuentos de hadas, pero olvide que en ellos también están los lobos y las brujas, que existe el cazador, la presa. Y en mi mundo de fantasía existió el príncipe que jamás conoció a esta princesa, y era ella quien rezaba por él todas las noches y le pedía a la luna (quien podía verlos a los dos) que los uniera aunque fuera tan solo a través de su belleza.

Y mi princesa jamás supo de su príncipe y su suerte, la luna jamás le contesto. Entonces mi princesa comenzó a creer en otros príncipes, cambiando de cuento, de hada, de tiempo y de final.

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