Realmente es una semana de recogimiento y meditación. De cambios, de escudriñar, de buscar y encontrarte a ti mismo.
Me gusta esta ciudad en invierno, es melancólica como yo, es gris, con destellos de poder y de color. Me gusta su fotografía es difícil capturar una mala foto, una que no te trasmita aunque sea miedo.
También me gusta esta ciudad cuando es de noche, y cuando a cualquier hora parecen las cinco de la tarde.
Me gusta encontrar en sus calles a la gente que conozco, y pensar que en algún laberinto un duende verde puede aparecer. Me gustan las calles angostas del centro, el olor a tierra, el olor a húmedo. Los colores pastel y sus andamios. También me gustan los labiales rosa, y pensar que en algún momento recorrimos esas calles juntos, ver tu sonrisa, verme reflejada en ella.
Me gusta el vino caliente, el capuchino amaretto, un café para dos, y la plenitud que se siente al explorarlo sola.
Me gusta esta ciudad llena de ruido, de smog, de gente indiferente, de culturas, lenguajes y colores, de mimos, de estatuas vivas, de viejos y de niños, me gusta pero jamás he pensado dedicarle toda mi vida.

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